Hacia el año 3000 a. C. aparecieron
los primeros sistemas de escritura,
cuyas manifestaciones iniciales
tenían una finalidad práctica, como
llevar las cuentas, y eran figurativos,
es decir, utilizaban figuras para
representar las cosas. La evolución
de dichos sistemas condujo al desarrollo
de los alfabetos fonéticos,
en los que los signos representan
los sonidos más simples.
Las representaciones artísticas
fueron evolucionando y adquiriendo
funciones y estilos diversos,
como el simbolismo del arte egipcio,
que representa los grados de
jerarquía y el orden social; el canon
clásico del arte de la Antigüedad,
que busca la belleza; o la iconicidad
del arte medieval, que persigue la evangelización.
En el siglo V d. C., gracias al descubrimiento
en China de la xilografía (técnica de impresión en planchas de madera), se logró
reproducir por primera vez el dibujo y mecanizar el proceso de estampado. En la
Edad
Media, se sumaron a la el grabado en cobre, el aguafuerte y el aguatinta.
Con la invención de la imprenta de Gutenberg hacia 1440, tuvo lugar el nacimiento y
desarrollo de la tipografía, surgiendo los principios básicos del diseño de páginas para
la conformación de los libros. Más tarde, a comienzos del siglo XIX, la litografía consiguió
que las técnicas de reproducción alcanzaran un estadio de desarrollo radicalmente
nuevo. El traspaso de un dibujo sobre una piedra al papel se hizo un proceso mucho más
rápido y directo, por lo que este método permitió que el arte gráfico comenzara a ilustrar
textos y publicaciones, siguiéndole el paso a la
imprenta.
En la primera mitad del siglo XIX diversos procedimientos permitieron la obtención de
imágenes en soportes físicos como placas de cobre, de vidrio o de papel mediante el uso
de elementos químicos sensibles a la luz. Estamos ante el nacimiento de la fotografía,
el último eslabón entre la capacidad de ver y la capacidad de registrar lo que vemos.
Equipados con este nuevo lenguaje, ya no es necesario tener una habilidad especial o
un prolongado adiestramiento, si se le compara con las sofisticadas técnicas empleadas
por entonces en la pintura, aunque conforme al desarrollo de la fotografía como
lenguaje artístico y a los cambios tecnológicos, se hará necesario un adecuado adiestramiento
técnico y una formación específica para entrenar la mirada y desarrollar este
nuevo arte.
Las consecuencias de este hallazgo será tremendas: por primera vez en la historia de
la producción de imágenes la mano se libera y deja que sea el ojo, que mira por el objetivo
de una cámara, el encargado de cumplir las tareas artísticas. El talento técnico
que caracterizaba al artista, su capacidad para dibujar o reproducir el entorno, pasa a
un segundo plano, al tiempo que nace un nuevo oficio artístico, el de fotógrafo(a), y un
nuevo lenguaje para comprender e interpretar la realidad.