La cámara oscura era una gran caja de madera cuyo lado delantero estaba cerrado por
una lente. El artista la dirigía hacia donde quería mirar y copiaba la imagen fotografiada
sobre una cartulina semitransparente, apoyándola en un cristal situado en la parte
superior. Diversos pintores –Canaleto y Vermeer, entre otros– utilizaron este artefacto
durante varios siglos para recabar apuntes bastante precisos sobre la perspectiva y
para ayudarse en la elaboración de sus bocetos y pinturas.
Si bien la cámara oscura ya estaba lista para la fotografía, persistía el problema de
cómo fijar las imágenes. Durante los siglos XVII y XVIII los científicos siguieron experimentando
con distintos materiales hasta que el sueco Carl Wilhelm Scheele publicó un
tratado sobre la acción de la luz sobre las sales de plata.
Casi en paralelo se conocieron los trabajos fotoquímicos del alemán J. H. Schulze y del
inglés Thomas Wedgwood. Se le reconoce al alemán ser uno de los primeros que intentó
fijar la imagen reproducida en la caja oscura sin tener que copiarla o plasmarla a mano,
para lo cual realizó una demostración de sus experimentos sobre la sensibilidad del
nitrato de plata a la luz. En tanto, al inglés Wedgwood se le atribuye ser el primer fotógrafo
de la historia, en honor a las siluetas que logró reproducir con el nitrato de plata
en 1802. Sin embargo, ninguno pudo fijar la imagen, por lo que el crédito de la obtención
de la primera imagen duradera, fija e inalterable más antigua recae en el francés Joseph
Nicéphore Niépce.